Escribir es una forma de no desaparecer en el ruido.

Un cuerpo piensa.
Una mente desea.
Una palabra vibra.

Bitácora del día en que todo lo que estaba en silencio se activó

Era el año 2007.
Recién llegaba a esta ciudad sin abrigo y sin certezas. Estaba estudiando Abogacía, un poco con resignación, otro poco por reconocimiento.

Decidí anotarme a un curso de Negociación para hacerlo durante las tardes. Parecía interesante, sobre todo porque el enfoque no era frío, distante, ajeno, legal. Era un enfoque humano e integral.
Y en una de las clases, el profesor Alejandro, alejándose de la planificación, nos dio un consejo que a mí me abriría los ojos:
“Vean el documental ¿¡Qué diablos sabemos!?”

Lo vi. No entendí mucho.
No podía creerlo.
Venía bien envuelto en “física cuántica”, pero era contraintuitivo.
Una mente académica, positivista quizás, agnóstica, que de repente se enfrentaba a la incertidumbre y al poder cocreador.
Era demasiado para procesar.

Pero ese documental quedó ahí, contenido. En silencio, sin grandes estridencias.

Muchos años más tarde pude comprender algunos conceptos.
Es difícil. Es complejo.
Es bastante doloroso, incluso.
Porque es ir contra décadas de cultivo de un paradigma tradicional.

Un día comencé a creer sin certezas, a vibrar de otra manera.
A observar la realidad como una pequeña parte de lo humano.
A valorar otras dimensiones, más allá de lo material.
A entender que las señales son claras, si las sabemos ver.
A abandonarme —aun con riesgo— a la incertidumbre.
A no controlar.
A dejarme llevar mientras construyo lo que seré.

Y las señales han sido claras, intensas y omnipresentes.

Un día, algo se abrió.
Fue mi cuerpo lo que lo reconoció, mientras mi mente libraba una batalla entre el miedo, la duda y el deseo.
Una voz, casi como un susurro, me dijo:
“Vos ya sabés. No existe lugar para las dudas: esto es real.”

No hay pruebas.
No hay certezas.
Solo hay temblor y empuje.
Promesa de verdad que vale más que una certeza cargada de frustración.

No puedo explicarlo lógicamente ni con palabras.
Se siente o no se siente.
Aunque no lo esperaba.

No puedo negarlo.
Porque negarlo sería negarme a mí misma.
Y traicionarme es un paso que no estoy dispuesta a dar jamás.

Estoy viva.
Eso es suficiente.

Si algo se encendió en tu orilla, podés dejar una palabra acá.

Toda palabra será leída con atención. Las que vibren, quedarán visibles.

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No hay guía. No hay método. Solo deseo encarnado.

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© Yanina TorresPensar. Encarnar. Mutar.

Hecho en Argentina con fuego lento.
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